La tradición de intercambiar alianzas durante la ceremonia no es una nueva moda. Ya en el siglo XIII a.C. los egipcios regalaban un anillo a su pareja como parte de la celebración del matrimonio; y en la antigua Roma, estos símbolos de amor eterno se fabricaban con hierro, ya que el oro estaba reservado a las personalidades más destacadas de la sociedad. Sin embargo, no fue hasta el siglo V cuando la Iglesia aceptó incluir las alianzas en la ceremonia católica. Hasta hoy, los anillos han formado parte indispensable de un enlace y, según una creencia ancestral, se dice que se coloca en el dedo anular porque comunica directamente con el corazón.
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